
Tanto temer que al Atleti le fuera a impresionar la Champions y al final es la Champions la impresionada por el Atleti. Cuatro jornadas le han bastado para atar su clasificación para octavos como primero de grupo y sólo los rojiblancos y el Bayern cuentan sus partidos por victorias. A menudo uno hace crónicas de este Atleti y tiene que releerlas para creerse que no está escribiendo ficción.

El primer gol llegó antes de que el Atleti se pusiera a jugar. A los 11 minutos, cuando parecía que los rojiblancos habían pactado no correr demasiado para no abusar, un córner de Koke acabó en un barullo en el área y un doble fallo de Ramsebner. El balón muerto lo remachó Miranda que tiene un olfato depredador impropio de un central. Es su segundo gol en la Champions.
Pero si el brasileño tiene una buena amistad con el gol, lo de Raúl García y la red es pasión desenfrenada. Aunque su peso en el juego tiende a ser escaso, en el marcador se hace notar siempre. Le sueltas en un bar con Brad Pitt, Ryan Gosling y George Clooney y es difícil saber cuál tiene más pegada. Una buena jugada (recorte y centro con la zurda) de Diego Costa acabó en una pelota llovida y sin futuro que él convirtió en gol con un cabezazo de espaldas y en parábola. Instinto. Simeone le mira con ternura, como si fuera una foto suya antigua.
El joven Murg tuvo el detalle de permitir a Courtois salir en la tele por única vez. Y tras el paradón del belga tomó el protagonismo el portero rival, Lindner, que se atrevió a retar a Diego Costa a un duelo y casi lo gana. Dos veces le frenó antes del descanso: primero tras una serie de recortes de esos tan suyos, en los que parece que no llega pero siempre llega; luego, en una preciosa volea. El cara a cara se endurecería en la segunda parte, ya con el 3-0, marcado por Filipe tras un rechace.
Con el partido resuelto, Simeone dio dos caprichos al Manzanares. Disfrutar de Óliver y recordar que Guilavogui no son los padres. El canterano aprovechó la falta de tensión para dejar otra colección de lujos y el francés mostró entusiasmo y despliegue. Pocas conclusiones se pueden sacar de un pivote defensivo cuando no hay de quién defenderse. Pero el protagonista siguió siendo Lindner.

Y eso que Lindner estaba empeñado en sacarle de quicio y evitó su anhelado gol una vez más. Fue la última. En el 82', Óliver arrancó con la jerarquía y la calidad de la estrella que viene, pasó a Raúl García que cedió de tacón a Diego Costa. Esta vez ya no hubo piedad. El cuarto rubricó una noche perfecta: liderato, la vuelta de octavos en casa, dos jornadas para rotar y Diego Costa durmiendo tranquilo. El Atleti vive inspirado.(Fuente)
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