"Es una final estresante, febril y agónica. El Bayern solo puede empatarla cuando pasan 51 segundos de los 120 minutos reglamentarios. El árbitro sueco Jonas Eriksson ha prolongado el partido un minuto más a causa de las interrupciones. Cuando solo quedan nueve segundos para que el equipo de Guardiolapierda su segunda final consecutiva en un mes, un jugador que tres días antes estaba en la puerta del quirófano acierta a marcar el gol que da una última oportunidad a los de Múnich. Se jugarán la final a los penaltis, una vez más, contra el Chelsea, con el recuerdo fresco de lo sucedido un año antes en el Allianz Arena, cuando el equipo inglés ganó la Champions League ante el Bayern también en la tanda de penaltis. Es una gran revancha, pero si hubiera podido elegir, Guardiola no se la habría jugado a los penaltis: en las últimas cuatro semanas, los jugadores del Bayern han lanzado cinco penaltis y solo han marcado tres goles.
(...)
Mourinho se gira hacia el banquillo de Guardiola y junta sus dos manos en un círculo queriendo decir que Pep ha tenido toda la suerte del mundo. Y es cierto. De los cuatro grandes protagonistas del fútbol: balón, espacio, tiempo y suerte, el Chelsea ha sido el dueño del espacio, pero el balón, el tiempo y, finalmente, también la suerte, son para el equipo de Pep. Claro que aún quedan los penaltis…
Y entonces, en plena euforia, con el corazón desbocado, aparece elPep frío y gélido, y reúne a toda su gente en un corro. Están todos: doctores, fisioterapeutas, ayudantes, segundos entrenadores, jugadores titulares, suplentes y hasta lesionados como Schweinsteiger. Y surge el mejor Pep, el de las grandes ocasiones, el que deslumbra a su gente. Porque cuando todos esperan una charla intensa y aguerrida, llena de adjetivos épicos, Pep simplemente les cuenta una historia. Les habla sonriendo y relajado, de forma llana, lejos del lenguaje guerrero, como si no estuvieran en una final tensa ni les rodearan decenas de miles de hinchas enfervorizados. Les cuenta una historia de waterpolo. «Chicos, yo no sé tirar penaltis. No he tirado ni uno solo en mi vida. Pero aquí está el señor que mejor ha tirado los penaltis en el mundo», les dice.
Y señala hacia su izquierda, al final del corro, casi oculto.
«Es Manel [Estiarte]. Manel ha sido el mejor jugador del mundo de waterpolo. Lanzaba los penaltis como nadie. Él ha tirado centenares. Pensad que el waterpolo es como el fútbol: se marcan cuatro de cada cinco lanzamientos. ¡Y Manel los metía todos! Es el que más sabe de penaltis del mundo.»
Pep no solo ha captado la atención de todos sus hombres, sino que les ha cambiado el rostro. Quienes esperaban oír consignas de lucha, gritos de motivación, y recibir una buena dosis de adrenalina, se encuentran de pronto escuchando una historia en mitad del bullicio de un estadio que hierve por todos los costados. Van Buyten y Starke, en chándal, se abrazan detrás de Pep, junto al doctor Müller-Wohlfhart. En primera fila le atienden Kroos, Lahm y Ribéry. Alaba tiene el codo apoyado en Müller, también en chándal, como Robben. En un segundo círculo están Javi Martínez, Shaqiri, Dante, Boateng y Mandžukic; los segundos entrenadores,Domènec Torrent y Hermann Gerland; el suplente Kirchhoff; el fisioterapeuta Gianni Bianchi; los preparadores físicos Lorenzo Buenaventura y Andreas Kornmayer; Götze; Claudio Pizarro; Rafinha y Contento. Ligeramente separados de ellos, Matthias Sammer y Bastian Schweinsteiger. En el grupo no está Manuel Neuer, que repasa con Toni Tapalovic el historial de los lanzadores del Chelsea. También Estiarte se ha retirado unos metros.
El ambiente es silencioso, pero distendido. Los jugadores sonríen. Están a gusto con el tono de la charla: «De Manel y los penaltis he aprendido dos cosas. Escuchadme bien. Son las dos únicas cosas que tenéis que hacer ahora, las dos únicas. La primera: tenéis que decidir ya por dónde tiraréis el penalti y no cambiarlo por nada del mundo. Os lo repito: decididlo inmediatamente y no lo cambiéis por nada del mundo. Y la segunda cosa: repetid mil veces que vamos a marcar gol. No dejéis de repetirlo desde ahora y hasta que hayáis chutado. No tengáis miedo y no cambiéis de opinión».
«Todos marcaréis gol»
«Fue una charla increíble», dijo más tarde Matthias Sammer. Pero no ha terminado aún. Tras los dos consejos, Pep añade algo: «Chicos, no hay lista de lanzadores. Lanzad los que queráis. Todos marcaréis gol. Elegid vosotros. ¿Quién quiere tirar?».
Alaba es el primero en ofrecerse. Kross levanta la mano izquierda de inmediato y Lahm, a continuación. Pep le da al capitán uno de sus habituales cachetes en el rostro. Ribéry se apunta a la lista y el entrenador le propina un golpe en el pecho. Shaqiri también se ofrece y Pep lo celebra diciendo: «¡Bravo, Shaq!». Han elegido ellos mismos. ¿Y el orden de lanzamiento? «Elegid vosotros mismos. Como queráis vosotros. El orden que os guste y en el que os sintáis cómodos. No importa: marcaremos gol en cada chut.»
Deciden lanzarlos exactamente en el orden en que se han ofrecido voluntarios. Cuando ya se van, reclamados por el árbitro, Pep agarra a Ribéry y Lahm y hace volver a todo el grupo: «Solo una cosa más. Recordadlo: ya habéis decidido por dónde chutaréis. Id y chutad, y desde ahora y hasta que chutéis, no paréis de repetiros que será gol. A cada paso que deis: gol, gol, gol…».
De los siete que habían ensayado el lunes y que metieron 42 goles en 42 lanzamientos solo lanzan Kroos y Shaqiri. Ni Müller ni Robben, que han sido sustituidos; ni Pizarro, que es suplente; ni Schweinsteiger, lesionado, pueden hacerlo. De los que no habían ensayado se prestan voluntarios Alaba, Lahm y Ribéry. Los cinco marcan. Neuer detiene el quinto lanzamiento del Chelsea, a disparo de Lukaku. El Bayern gana el único título que no poseía y Guardiola, su primer trofeo con el Bayern y la tercera Supercopa de Europa de su palmarés personal.
Elegido mejor jugador de la final, Franck Ribéry dedica el título a Pep: «Sé lo importante que es para él, lo mucho que significa su primer título y también conozco su vieja rivalidad con Mourinho». El entrenador portugués se ha ido del campo sin felicitar a Guardiola, en contraste con el excelente ambiente que comparten los jugadores de uno y otro equipo.(Fuente)
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