Olivier Giroud está teniendo problemas para adaptarse a la filosofía del Arsenal y corre el riesgo de sucumbir ante el difícil reto que supone ser el delantero titular de Arsene Wenger. Analizamos su situación y repasamos otros delanteros que pasaron por algo similar en el Emirates Stadium. Precedentes no faltan.
Estructurados en torno a una figura reinante que lidera todas y cada una de las decisiones habidas y por haber, el Arsenal se mueve al son de Arsene Wenger desde hace dieciséis temporadas. Tiempo en el que fue capaz de construir un equipo poderoso que alimentaba records en la Premier sumando resultados y títulos que pronosticaban uno de los mejores futuros posibles para la institución. Tiempo en el que generó un perfecto organigrama deportivo donde la identidad y estilo sigue patrones fijos e intocables, en base a la calidad asociativa de sus jugadores. Tiempo para que esos, los que forman la plantilla, alcancen su explosión total gracias a sus doctrinas, las que les permitirán reinstaurar el sistema con su venta y posterior fichaje de otra promesa a la que aportar el rigor necesario para que el camino nunca se oscurezca. Y desde luego, tiempo para perfilar muy bien cada posicionamiento en particular, siendo su plantilla 100% técnica y capacitada para encontrar respuestas y soluciones fruto de sus variantes talentosas.
Esa perfil, seguramente el más automatizado del planeta futbolístico actual (junto al FC Barcelona), le ha permitido ser referente vanguardista, ejemplo de virtuosismo y analista especial en el desarrollo de jóvenes promesas. Siempre encontró un carrilero apto debido a la facilidad para proyectarse en este esquema. Nunca tuvo problemas para generar un mediocentro de calidad técnica que moviera con ritmo a su equipo. Tampoco le faltaron destructores con sacrificio y recorrido y, a pesar de su vocación ofensiva, mantuvo una correcta línea defensiva en todo momento las veces que no fue así, el sistema se vino abajo). Sin embargo, hay ciertos roles que sufren importantes cambios en su escenografía habitual, que deben readaptarse en demasía respecto a las labores habituales de su demarcación y que, desde luego, no contemplan variaciones que lo alejen de su único cometido: el gol.
Ser delantero en el Arsenal no guarda relación directa con lo que representa ese mismo perfil de jugador en un sistema estándar de cualquier club europeo. Más allá de tener que demostrar una evidente capacidad técnica que incluye a todos los jugadores de la plantilla (elemento diferencial del club y que no es extensible a la mayoría de delanteros del planeta que fraguan su éxito-fracaso en la pegada y solvencia sin importar tanto los registros para ello), un punta Gunner debe ofrecer movilidad constante, asociaciones con los llegadores desde segunda línea, generar desmarques que habiliten a sus compañeros y, a la vez, estar cerca del área para rematar la enorme cantidad de ocasiones que son capaces de ofrecer por ritmo-creatividad. Demasiados perfiles distintos de delantero para un solo referente, el que suele jugar como único punta en el esquema de Arsene Wenger y el que durante años, siempre ha generado el principal debate de su mecanizado procedimiento deportivo.
Un día el problema fue Eduardo da Silva (al que sus goles en suelo croata de nada sirvieron en territorio Gunner más allá de sus graves lesiones), otro era Nicklas Bendtner(sin la regularidad ni acierto rematador como para generar confianza en un equipo de primer nivel) y también se unió a la lista Chamakh (contratado a conciencia pero sin conectar en la intención de Wenger para su ataque). Añadiríamos más nombres secundarios-terciarios que nos dejó el pasado Gunner, ya que solo una campaña dondeAdebayor logró 24 tantos (su mejor cifra como rematador que difícilmente volverá a repetir) y el icono Robin Van Persie (con 18 y 30 respectivamente sus últimos dos cursos), han logrado eludir esa apisonadora de críticas hacia el ‘nueve’ del equipo. Cierto que ambos no cumplen el prototipo de delantero predeterminado, puesto que su movilidad, calidad técnica y desmarques, está muy por encima de sus habilidades goleadoras, las que fueron apareciendo por la readaptación de esas grandes aptitudes dentro de un esquema que impulsaba las mismas. Esa lista amenaza desde este verano al nuevo rematador londinense, un Olivier Giroud que ya sostiene la presión de tres partidos sin haber siquiera tenido opciones de remate y haber pasado desapercibido en la predisposición táctica de Wenger.
La confianza está minando su rostro, desencajado, aturdido, impasible ante las constantes jugadas que pasan por encima de su cabeza, alejadas de su pie o simplemente sin contar con su presencia para buscar la finalización decisiva. El francés es otro prototipo de delantero, más corpulento, de mayor envergadura, grandes remates, capacidad para fijar defensas y recepcionar balones, aunque no por ello ausente de calidad técnica y una gran lectura en sus movimientos (una de las mejores cualidades demostradas estos años en el Montpellier). El gran debate en torno a él, no tiene una base sólida para evidenciar su fracaso pues la Premier es tan hiperbólica que cada resultado trastoca notablemente la perspectiva hacia el futuro en apenas unas horas. Sin embargo, su falta de asociación, apariciones y sintonía con el resto del equipo, demuestra que su test va a ser el gran análisis a superar por este Arsenal esta campaña.
Giroud no está y, no nos olvidemos, su problema principal es intentar que haga olvidar las cifras goleadoras de Robin Van Persie. Un escalón que solo podrá superar con confianza, suerte de cara al gol de manera inmediata y mayor presencia activa en los partidos (tiene una de las medias por toque de pelota más bajas de la Premier actual). Su técnico pasó cabreado todo el año pasado cuando los medios le recordaban que su Arsenal fue equipo de un solo hombre (Van Persie y sus 37 goles) y en esta apuesta personal con su compatriota, por ahora predica tranquilidad, amabilidad y mesura: “No hay que pensar que tiene que sustituir a Van Persie en número de goles. Queremos jugar bien como colectivo y él es una pieza más que, si se adapta, acabará marcando también goles”.
En esa larga travesía entre la salvación o la crítica, Giroud tiene un par de partidos más de margen. Una ocasión fallida, dos, e incluso tres o cuatro, serán perdonables pero reiterar esas dudas pronto acabarán por acecharle en su confianza (un ejemplo similar a lo ocurrido estos meses atrás con Fernando Torres y su racha negativa de cara a puerta). Demasiados antecedentes como para no pensar ya en el primer fracaso del año en la Premier, ese entorno excesivamente crítico e hiperbólico con aquellos a los que desconoce. El Emirates, en tensa calma, aún no quiere pronunciarse. Giroud, desean, debe reaccionar.(Fuente)
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