Marco Van Basten con Holanda en la Eurocopa de 1988
La genialidad
de Marco Van Basten no radicaba en su facilidad para marcar goles ya
que esa es una cualidad que debe ser innata en un delantero. Lo realmente
destacable era su habilidad para anotar en el momento oportuno, cuando más se le
necesitaba, sin que la presión ejerciera ningún tipo de poder negativo sobre él
o su puntería. Este hecho le permitió convertirse en el máximo goleador de su
generación e, incluso, muchos de sus tantos pueden presumir de estar dotados de
una belleza excepcional. Lo tenía todo. Era elegante, potente con ambos pies,
rápido y con buena capacidad para el control preciso. Todo era perfecto pero
tenía un talón de Aquiles: su tobillo. Tal y como dijera uno de los médicos que
le trató, René Martí: “Marco siempre ha jugado al fútbol como una
bailarina, pero su tobillo no pudo soportar la tensión”.
Y es que Van Basten tuvo que abandonar su carrera
como futbolista cuando aún rondaba los treinta años de edad. Una retirada
prematura como consecuencia de unas lesiones que hicieron intermitente su brillo
y le impidieron gozar de la continuidad que podría haberle catapultado como uno
de los cinco mejores futbolistas de la historia. Aún así, tuvo tiempo suficiente
para engrosar su cuenta corriente de títulos tanto a nivel individual como con
sus equipos y para aterrorizar a las defensas que debían evitar que se saliera
con la suya. No es para menos, haber nacido el día de Halloween de 1964 no podía
significar sino que se trataría de alguien especial.
Le pusieran el sobrenombre de ‘El cisne de
Utrecht’, ciudad en la que vio la luz por primera vez y como las principales
estrellas de su país comenzó jugando en el Ajax de Amsterdam,
tras un breve paso por el Elinkwijk. Con la mayoría de edad entraba en un club
ansioso por recuperar el prestigio internacional del que siempre había gozado
pero que en los últimos años se le había escapado. En 1986 obtuvo la Bota de Oro
europea como máximo goleador del continente y mientras vistió la camiseta del
Ajax se hizo con tres Eredivisie y tres Copas de Holanda, despidiéndose del
equipo por todo lo alto ganando la Recopa ante el Dinamo de Dresde. Antes de
abandonar el conjunto holandés ya se había resentido de su tobillo. La operación
se pospuso porque el club no podía prescindir de él en el momento más importante
de la temporada cuando estaba en juego los partidos europeos de mayor
importancia.
Su siguiente destino era el AC Milan de
Berlusconi, quien había invertido en los fichajes de Van
Basten, Gullit y Rijkaard para darle a
Arrigo Sacchi una plantilla capaz de proporcionarle los títulos
que deseaba. Llegaba con 23 años y sería su momento clave tanto en el conjunto
italiano como con su selección al participar en la Eurocopa de 1988. Viajaba con
el cartel de tercer delantero pero finalizó el campeonato como héroe de su país
habiendo anotado cinco goles, tres de ellos a la mismísima Inglaterra y que
supuso mandarles a casa. En las semifinales ante Alemania Occidental logró el
gol decisivo a falta de dos minutos para que hubiera tenido lugar la prórroga y
en la gran final contra la Unión Soviética certificó la victoria haciendo el
definitivo 0-2 tras el gol de su compañero Gullit.
Con el Milan tuvo rachas intermitentes por su
lesión en el tobillo. Sin embargo, cuando estaba sobre el césped demostraba que
era más que un goleador nato. Logró igualar a Platini y
Cruyff haciéndose con tres Balones de Oro (1988, 1989 y 1992),
anotó dos de los cuatro goles que su equipo marcó en la final de la Copa de
Europa de 1989 en un mano a mano con Gullit y volvió a repetir título un año
después aunque el chico de la noche fue Rijkaard. Aún así no todo fueron buenos
momentos profesionales en el AC Milan, también tuvo su enfrentamiento público
con el técnico Arrigo Sacchi y fue suspendido por la UEFA cuatro partidos por
darle un codazo al rival que le marcaba en la Copa de Europa ante el Brujas.
Una de sus noches más recordadas fue la de aquel
mes de noviembre de 1992 en la que se convirtió en el primer jugador en marcar
cuatro goles en un partido de la Liga de Campeones. Delante suya estaba la
defensa del IFK Göteborg, que desde el primer instante tuvo que hacer frente a
sus temibles llegadas. Pudieron ser cinco tantos si hubieran dado por válido el
primer gol anotado. Sin embargo, el que subiría al marcador sería fruto de una
combinación con Papin. El segundo, un penalti como consecuencia de una falta
cometida sobre él en el área. Lanzamiento a la escuadra y gol. El tercero
llevaba su sello. Uno de sus especialidades eran las chilenas y ésta llegaría
tras un centro de Eranio. Finalmente, el cuarto, con la ayuda de Rijkaard. En
aquel encuentro hizo una labor importante y fue decisivo pero nunca lo consideró
su mejor partido. Serían otros los que se llevarían tal honor puesto que en su
vida siempre estaba presente aquella frase que decía que no solo importaba
ganar, sino también convencer: “Non solo vincere ma anche convincere”.
El talento individual de
van Basten no conocía límites pero el cisne de Utrecht se mantuvo siempre fiel a
su papel como jugador de equipo. Antes de colgar las botas de manera definitiva
en 1995 pasó dos duros años tratando de superar sus lesiones. Se despedía
habiendo anotado noventa goles en cerca de ciento cincuenta partidos con el
Milan, el doble de ser el máximo goleador en la Serie A, y que había establecido
un récord de la Copa de Europa de los 18 goles en 23 partidos para el club.
Había jugado durante diez temporadas gloriosas, pero el castigo que recibió de
los defensores le habían propiciado un final prematuro, al menos como jugador.
Como entrenador se iniciaba una carrera primero como seleccionador holandés
durante cuatro años y posteriormente como técnico del Ajax de Amsterdam, sin
obtener los objetivos que se había marcado en este segundo caso. Tras tres años
apartado de los banquillos, le llegó el turno al SC Heerenveen
donde está al frente de un proyecto más asequible y con el que espera seguir
consiguiendo títulos para rememorar sus triunfos como jugador.(Fuente)
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