Decía una actriz (Shelley Winters) que durante un rodaje en Inglaterra pasó tanto frío que estuvo a punto de casarse. Es probable que en el Bernabéu hubiese contraído matrimonio con algún vecino de asiento con la careta de Cristiano. Aunque también es posible que hubiera pedido la mano de Arbeloa. O el pie de Isco. Estos últimos fueron los protagonistas de un partido que nació sin excesivo interés y que así discurrió durante toda la primera mitad, hasta que los astros entraron en conjunción y las musas en calor.
Nadie lo hubiera imaginado cuando el choque se fue al descanso. Ramos había sido expulsado por un agarrón de difícil justificación (el delantero aún tenía mucho por hacer) y el partido giraba entre el aburrimiento del Madrid y la escasa ferocidad del Gatalasaray, que es un equipo básicamente aburrido.
Hasta que surgió Arbeloa. Todo empezó cuando marcó un gol que no le correspondía, logrado en los terrenos del nueve e impactado de un modo algo extraño, aunque necesariamente mortal: el balón se le quedó atrás y la pierna también. El público entendió que aquello convertía al partido en algo excepcional y lo celebró con ganas; había tantos deseos de divertirse como de no congelarse.
También Arbeloa se reactivó ante unos aplausos que no suelen ser suyos. Poco después, reclamó un penalti que el árbitro no castigó con pena máxima, sino con una tarjeta para la víctima. Ni eso afligió al lateral. No hay como una injusticia para estimular a un héroe y Arbeloa acabó de ajustarse la capa. Remató con peligro, asistió a Di María en el tercer gol y fue aclamado en cada una de sus arrancadas, bastantes. Todavía habrá quien diga que el Bernabéu tiene el corazón de piedra.
Con la fiesta ya en marcha, apareció Isco. Ya había sido de los mejores del Madrid, porque hay futbolistas que no necesitan un botín para motivarse. Pero sobre el fuego que había prendido Arbeloa, el malagueño se creció. Primero dejó detalles de su calidad chispeante; después marcó un gol de estrella, espléndido en el recorte y en la insistencia.
En el resumen final había para todos. Bale se fue con un gol de falta que luego traspapelaron otros hechos prodigiosos. Casillas recordó quién es con una parada extraordinaria a un cabezazo de Drogba y tampoco son despreciables los premios menores. Casemiro volvió a cumplir como sustituto de Khedira e Illarramendi favoreció la circulación como un guardia en una glorieta. Para redondear el festejo, Xabi fue recibido con una ovación al entrar el campo. El público (no sólo el femenino) también interviene en las negociaciones para su renovación.
La conclusión es que sigue creciendo el Madrid,tanto, que hasta en las noches más frías, uno no sabe con quién casarse.(Fuente)
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