Eran otros tiempos. Marca no tenía edición digital y Twitter o YouTube eran una quimera. De fútbol internacional sabíamos lo justito, sólo lo que leíamos en las revistas, los partidos que veíamos en la recién estrenada Liga de Campeones y lo que nos contaba en el Día Después aquel tipo que se hacía llamar igual que el mítico lateral zurdo del Milan. Ahí podíamos ver los goles de Shearer en la Premier, las genialidades de un joven Del Piero en el Calcio o los últimos destellos de Francescoli en Argentina. Pero también había hueco para una liga como la escocesa, y es que en Glasgow, cuna de los dos grandes de aquella tierra, jugaba Paul Gascoigne, quien vistiendo la camiseta del Rangers mostró los que serían sus últimos años de aquel gran fútbol que emanaba de sus botas y al que nunca acompañó su cabeza. Hoy ambos viven momentos difíciles: el club por sus problemas económicos, que le han obligado a refundarse en la tercera categoría escocesa; el futbolista, por esa mala cabeza que le impidió desarrollar todo su potencial y que hoy le tiene presa de sus adicciones. Pero hoy recordaremos aquellos años en los que juntos vivieron grandes momentos.
Gascoigne era ya una estrella consolidada en Inglaterra, uno de los futbolistas con mayor talento del país, pero también protagonista fuera de los estadios merced a una cuantiosa colección de malos hábitos que le acompañaron desde que debutara con la camiseta del Newcastle, allá por 1984, hasta que colgara las botas en 2005 vistiendo los colores del Boston United. Gazza había brillado defendiendo los colores de Newcastle primero y Tottenham después, por quien había fichado a pesar de los intentos de Ferguson por convertirlo en red devil. Curiosa pareja la que habría formado con Eric Cantona. También con la selección inglesa, con la que completó un gran Mundial de 1990 que le valió para formar parte del once ideal del torneo. La Gazzamanía era ya una constante en las Islas. Sin embargo, las lesiones y los problemas extradeportivos minaban su rendimiento. Llegó entonces, en 1992, la oferta de la Lazio procedente del entonces todopoderoso Calcio, y a Gascoigne le sedujo la idea de probar su valía fuera de Inglaterra.
Tras pagar el club romano un alto precio por su fichaje, Gazza se rompió días después el ligamento cruzado y aquella lesión marcó en exceso su rendimiento posterior. Era una mala manera de comenzar su aventura italiana, a lo que posiblemente no ayudó tampoco que en su presentación le comentara a Sergio Cragnotti, el capo lazial, que su hija tenía buenos pechos. Gascoigne nunca mostró su fútbol en el duro Calcio y, tras tres temporadas en exceso irregulares, decidió que era el momento de cambiar de aires, y fue entonces cuando el Glasgow Rangers llamó a su puerta en 1995. En Ibrox Park, Paul volvió a reencontrarse con su privilegiada visión de juego, con sus milimétricos pases entre líneas, con su preciso disparo. Con su talento. 1996 fue un buen año para él: además de recuperar buena parte de aquella versión que mostrara antes de fichar por la Lazio se convirtió en el ídolo de la afición, ganó la liga y la copa escocesas, fue nombrado mejor jugador de la competición y fue de la partida de la selección inglesa anfitriona de la Eurocopa, donde los Pross llegaron a semifinales y Gascoigne fue incluido en el equipo ideal del torneo gracias a sus actuaciones y algún gol para el recuerdo.
En Glasgow coincidió con otro futbolista de gran talento como el danés Brian Laudrup, que aterrizó en Escocia tras no brillar en el Milan. Entre ambos formaron una sociedad repleta de buen fútbol que encontraba en el imponente centrocampista alemán Jörg Albertz un socio de lujo. En la defensa habitaba un viejo conocido de la afición española como Björklund, buen central que después de su aventura escocesa ficharía por el Valencia. El sueco compartía zaga con los italianos Negri y Porrini. En la portería estaba el sempiterno Andy Goram, que jugó hasta los 40. Era aquel un buen equipo que dominó en Escocia aunque no tendría tanta suerte en Europa, donde sucumbiría ante buenos equipos como el Ajax de Van Gaal, la Juventus de Lippi o el Borussia Dortmund.
Pero Gascoigne raramente era noticia tan sólo por su fútbol, y en Escocia no iba a ser menos. De esta manera, su imagen sacando la tarjeta a amarilla a un árbitro tras caérselas a éste y recogerlas del suelo dio la vuelta al mundo, pero sobre todo fue sonada su particular celebración de un gol en el Old Firm, el viejo derbi de Glasgow entre Celtic y Rangers que a buen seguro echarán de menos en la Scottish League. A Gazza no se le ocurrió otra cosa que celebrar un tanto simulando tocar una flauta, como en las polémicas marchas protestantes de la Orden de Orange, claramente anti-católicas. La afición católica del Celtic le catalogó como el borrego número uno de Escocia, mientras que los protestantes del Rangers le juraron amor eterno. Por ello, a Gascoigne le llegaron a amenazar de muerte los seguidores más radicales del Celtic, quienes le instaban a abandonar Escocia con carácter inmediato. Gascoigne ya había dejado su firma en la liga escocesa, tanto para bien como para mal.
En su segundo año en Glasgow repitió título liguero y alzó también la Copa de la Liga. En su primer año había marcado, sin ser un goleador, 14 tantos en 28 partidos, mientras que en el segundo anotó 13 en 26. Un gol cada dos partidos. En su tercer y último año en Ibrox Park su rendimiento cayó de forma considerable y su declive se hacía ya patente. Gazza había dejado muchas tardes de buen fútbol, pero su sobrepeso y malos hábitos no dejaron de acompañarle. En ese último año, el Glasgow notó su baja forma y perdió la hegemonía a favor del Celtic, que recuperaría el título tras nueve años de dominio protestante.
Ese último año Gascoigne tenía un nuevo compañero de equipo: un joven italiano de 19 años con cara de pocos amigos, que solía protestar y quejarse en italiano pues no hablaba una sola palabra de inglés y que afirmaba ser un escocés nacido por casualidad en Calabria. Se llamaba Gattuso, y el día de su presentación preguntó quién era esa mujer que aparecía en todas las fotografías. La Reina de Inglaterra, le dijeron. Rhino tenía un carácter complicado y perdía los nervios con facilidad, pero Gascoigne encontró el remedio: un par de sopapos. El joven italiano no se libró tampoco de las bromas de Gazza, como cuando le llenó los calcetines de heces o falsificó una petición al club para duplicar sus clases de inglés. Tras problemas con Advocaat, técnico entonces del club, Gattuso abandonó el Glasgow convertido en un ídolo para la hinchada y nunca olvidará aquel año como tampoco su despedida: el presidente David Murray le invitó a su casa para concretar el traspaso a la Salernitana y allí se encontró, nada menos, con Sean Connery y Catherine Zeta-Jones. Yo negociando un traspaso y 007ofreciéndome té, dijo.
También Gascoigne abandonó el club ese año, al igual que Brian Laudrup, tras disputar 74 partidos y marcar 30 goles. El Glasgow llevó entonces a cabo una necesaria renovación en la plantilla y para ello fichó al holandés Gio van Bronckhorst, al guardameta alemán Stefan Klos o al central escocés Hendry. Gascoigne regresó a Inglaterra para fichar por el Middlesbrough, pero salvo actuaciones aisladas nunca recuperó el nivel. El personaje comenzó a ganar la partida al futbolista y sus problemas con el alcohol fueron haciéndose paulatinamente más grandes. Siempre fue una presa fácil de la prensa inglesa, ávida de personajes como el ex futbolista inglés. Hoy Gascoigne trata aún de librarse de sus adicciones mientras el equipo procura regresar, como Rangers Football Club, a la máxima categoría del fútbol escocés. Dos difíciles caminos de quienes un día fueron grandes de la mano.(Fuente)
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